miércoles, 23 de abril de 2008

SEMANA DE LOS PUEBLOS INDIGENAS

Nuestros hermanos y hermanas aborigenes tienen una gran riqueza para compartir, tienen una gran historia de relación con la madre tierra, con la fuente de la vida... nosotros como Iglesia tenemos una gran resposabilidad y todo un camino por delante de Verdadero Encuentro como Hermanos y Hermanas. Nuestra misión debe ser testimonial del amor de Dios para con todos sus hijas e hijos, sin diferencias de culturas y etnias...

Hace un tiempo que como Iglesia esatmos construyendo ese camino:

En el Encuentro Eucarístico de Córdoba, en septiembre de 2000, se celebró la reconciliación de los bautizados. Uno de los párrafos fue la Confesión de los pecados contra el respeto a las culturas y etnias:
“Porque en nuestro país, hemos sido indiferentes para la con la diversidad de etnias y con las culturas de los pueblos aborígenes...
Porque no siempre hemos respetado sus costumbres ni tenido en cuenta sus valores y capacidad...
Padre, te pedimos perdón por la responsabilidad de muchos cristianos en la indiferencia para con los aborígenes, no teniendo en cuenta sus valores, sus conocimientos y procedimientos; en la marginación y la discriminación de estos pueblos, principalmente por la violenta apropiación de sus tierras; por la falta de respeto a sus tradiciones religiosas, sin tener en cuenta la diversidad de etnias y culturas y por no anunciar siempre al Señor de la vida.
Padre de todas las razas y culturas, Dios de la vida, de la tierra y del cielo, de la danza y del canto, concédenos la fortaleza de luchas junto a estos pueblos en la recuperación de su identidad, caminando en espíritu de integración, ayuda y servicio para contribuir a reparar las injusticias del pasado y del presente.”
El años pasado los Obispos de América Latina y el Caribe, reunidos en la ciudad brasilera de Aparecida dedicaron una parte del Documento Final a las propuestas de la integración de de los indígenas y afroamericanos, dentro del amplio capítulo titulado “Nuestro pueblos y la cultura”.
Allí se señala que de los pueblos indígenas se valora “su profundo aprecio comunitario por la vida, presente en toda la creación, en la existencia cotidiana y en la milenaria experiencia religiosa, que dinamiza sus culturas, la que llega a su plenitud en la revelación del verdadero rostro de Dios por Jesucristo”.
“Como discípulos y misioneros al servicio de la vida, acompañamos a los pueblos indígenas y originarios en el fortalecimiento de sus identidades y organizaciones propias, la defensa del territorio, una educación intercultural bilingüe y la defensa de sus derechos” (Aparecida, 529-530)